
Texto y fotos: Silvia López, La Casa de LuMa.
He visto al abuelo de Patricia.
Me lo encuentro muchas mañanas de camino al parque con los niños, o en el supermercado alguna tarde. Hablamos un rato, de sus nietos, de mis hijos, del tiempo, de lo que ha pasado en el barrio…de la vida en general.
Mi marido me comenta, al volver de sacar al perro, que se ha cruzado con María y su madre. La pequeña se ha puesto a contarle lo que iban a hacer esa tarde.
El otro día fuimos a merendar a casa de Lucas, Inés y Mateo. Nos invitaron a su piscina y no paraban de enseñarme como sabían nadar y tirarse al agua.
Tengo un WhatsApp de la madre de Diego. Es una foto. En ella sale el peque jugando con un material que también tenemos en La Casa de LuMa. Dice que se acuerda de ello.
Las familias que acuden a la casa de una Madre de Día acaban formando parte de la propia familia de la Madre de Día. Es la letra grande de ese acuerdo que firmamos cuando nos conocemos, cuando ellos, al principio con miedos, con mil preguntas, con incertidumbre, entran a formar parte de este proyecto.
Letra grande, sí.
Ese efecto secundario.
Periodo de adaptación en todos los sentidos.
Cuando las familias buscan esta opción de cuidado para sus hijos/as, el primer contacto con las madres de día es vía telefónica o vía email. Por este canal podemos contarles todo, pero la madre de día no es solo la persona que cuida, también lo es el espacio en el que cuida, es el lugar donde su hijo/a va a pasar una buena parte de su vida. Esas reuniones son muy importantes para la familia, que, con miedo, con dudas, con tristeza por la inminente separación quizá no necesiten solo uno, sino dos o más encuentros antes de tomar su decisión.
En el periodo de adaptación es difícil saber y entender cuál va a ser nuestra relación. Es un momento muy complicado, muy de sensaciones a flor de piel. La nueva rutina, el nuevo espacio, la nueva figura de apego…
Ellos dejan su mayor tesoro a cargo de la Madre de Día.
La Madre de Día tiene el privilegio de cuidarlo.
El deber de protegerlo.
La labor de acompañarlo.
La escucha activa.
Uno de los principios de las madres de día es la escucha activa y receptiva de los niños/as, pero también de sus familias. Cada mañana las familias comentan como ha sido la tarde anterior y la noche. Cada tarde, la Madre de Día explica cómo ha sido el día (aunque sea lo mismo que ayer e igual que mañana) En las reuniones periódicas la Madre de Día y las familias conversan sobre crianza, sobre alimentación, sobre el desarrollo de sus hijos/as.
Durante diez meses entras, sin ir, en cada casa de cada familia. Sabes cómo duerme, cómo come, cómo y con qué juega en su casa, pues es información importante para desempeñar bien nuestro trabajo. Les contestas dudas, les das consejos, hablas de tu propia experiencia como Madre de Día y como madre. Hablamos de la familia directa (abuelos, tíos, primos…), algunos conoces porque alguna tarde vienen a buscarlos. Pero, quizá lo más importante, se forma una relación de confianza maravillosa. Hablas del tiempo (como con el abuelo de Patricia), de lo que van a hacer el fin de semana (como ha contado María a mi marido), te invitan a su casa (como hicieron Lucas, Inés y Mateo), te mandan mil y una fotos de sus logros, aventuras y desventuras.
Como harían con un familiar.
Nos vemos pronto.
Llega el día de la «despedida».
¡Ay, como odio esa palabra y los últimos días de julio!
A pesar de ser días en los que lo ideal es estar separados por las altas temperaturas (y que corra el aire), ellos, que son más listos que el hambre, se sientan todos juntitos, como pollitos al lado de la gallina, disfrutando de esos últimos momentos juntos. Pero no es una despedida, es un hasta luego, nos vemos menos, pero pronto.
Porque aquí acaba el día a día, pero empiezan las quedadas en el parque, las fiestas de cumpleaños en casa de alguno, el reencontrarnos cuando traen a su hermanita o hermanito…
Las madres de día es un servicio de ayuda a la conciliación familiar laboral. Cuando ya no necesitan este servicio, el contrato acaba. Pero queda ese efecto secundario, esa relación que se ha ido construyendo día a día, de manera automática, sin prisas, sin adelantar acontecimientos ni movimientos.
Una relación basada en una comunicación diaria, fluida, personal y presencial.
Una relación de confianza en la que ayudamos a crecer esos niños/as que acuden a las madres de día.

¡NOS VEMOS PRONTO, FAMILIAS!