Quiéreme cuando menos lo merezca
Texto: Rocío Betés, de Espacio Kentia. Fotos: Rocío Betés, de Espacio Kentia.

Las madres de día dedicamos nuestro día a día a la primera infancia y, en esta etapa, tanto educadoras como familias nos vamos a encontrar a menudo con emociones en estado puro, estallidos emocionales o «rabietas», que a veces pueden llegar a convertirse en un auténtico desafío.
Sin duda, acompañar determinadas emociones de nuestros peques es una de las tareas más difíciles con las que nos vamos a encontrar en la crianza y la educación.
Porque se trata de acompañar desde la calma, de acoger las emociones que surgen, dando espacio, sin reprimir, sin abandonar, sin atosigar, validando, empatizando, describiendo con palabras, para que puedan ir regulándolas poco a poco.
Pero, ¿cómo acompañar estas situaciones cuando no hemos trabajado la regulación emocional en nosotros los adultos?
El primer paso para poder acompañar es entender que cuando se produce un desbordamiento emocional en un peque, es completamente natural y normal en estas edades.

Si buscamos la explicación en la neurociencia podemos entender que lo que le está pasando es un secuestro amigdalar, esto es, su cerebro es todavía inmaduro a nivel biológico ya que la parte racional (corteza prefrontal) aún no la pueden usar porque no la tienen desarrollada.
Cuando los adultos hemos trabajado la gestión emocional y el autocuidado, ante estos estallidos dejamos de reaccionar (con gritos o enfado) y podemos responder (respiramos y ofrecemos tranquilidad, amor y respeto).
Así, nos convertimos en ejemplo de regulación emocional, en ese espejo de calma necesario en ese momento. Somos el guía para esa evolución de la regulación emocional, desde la primera fase de hetero-regulación, después co-regulación y finalmente auto-regulación.
Las madres de día conocemos la importancia que tiene la gestión emocional de nuestros peques y somos conscientes de nuestra responsabilidad acompañando a la primera infancia, aprovechando cada oportunidad para trabajar emociones y ser ese adulto que aporta serenidad y seguridad.
Además, es muy práctico complementar la educación emocional diaria con la lectura de cuentos sobre las diferentes emociones que existen, o al menos las más básicas (alegría, tristeza, miedo, ira, calma, amor) así como trabajamos las que pueden ir surgiendo en los diversos cuentos del día a día, para ir familiarizándonos con ellas desde temprana edad.

Una sana gestión emocional por parte de los adultos nos permite construir una mejor relación con nuestros peques y al mismo tiempo darles herramientas fundamentales para su futuro.

Como dijo el novelista Robert Louis Stevenson: «Quiéreme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite». Una frase que resume en pocas palabras esa actitud de amor incondicional que debemos tener hacia los peques en momentos difíciles, pues es ahí cuando verdaderamente estamos enseñando educación emocional.